El 8 de marzo de 2003, justo en el Día Internacional de la Mujer, Nora Méndez publicó la primera de una serie de artículos en el Diario Co-Latino acerca de las mujeres y la poesía. Fue el último también; no sé con quién se peleó y se convirtió en una serie de uno. Lástima.
Lo reproduzco y después lo comento. (En el facsímil, Nora es la que se está tapando la cara. También aparecen Claudia Hérodier, Silvia Mathus, Silvia Elena Regalado y Eva Ortiz.)
---- Empieza nota de Nora Méndez ----
A la primera la conocí una noche en la casa del gato jazz, disfrazada de amante y con poses de mujer de los años 30, totalmente callada, con la timidez metida hasta el hueso. Luego de dos meses la vi en un automarket caminando aún dormida, de la mano de un faro que la salvaba del tráfico del mediodía.
Se llama Krisma y si quieren saber más de ella, tendrán que esperar algunos años, quizás menos de diez o quién sabe, no conozco su ábaco ni su noción geométrica, basta pues para este suplemento una muestra de que cuenta con la poesía.
Tres ideas para escribir poesía
Krisma Mancía
1. Desnúdate
Así las palabras saldrán húmedas
De los tejidos quebradizos
De aquello que llaman alma.
2. Vístete de luz.
La voz tendrá vida
Y los espejos imágenes propias.
3. Dale un beso a la muerte.
Extiende sus viejas piernas sobre el escritorio
Y ámala.
Teresa Andrade es clara y profunda, con una voz que te recorre irremediablemente. Aunque vive en un laberinto, viene hacia nosotros con dirección inequívoca. Públicamente me declaro su seguidora, la bautizo de mi bando, la acomodo en la bandada de mis pájaras poetas, de esas infames que no trinamos, que rompemos el aire a "puñetazo limpio" sin declararnos jamás culpables. Esa es Teresa, su suerte está echada en medio de ustedes, ella y nosotros, se que nos encontraremos muchas veces más y su poesía crecerá como melena astronauta sobre la luna agria de estas latitudes.
Sin Título 1
Teresa Andrade
A fuerza de puñetazos me hice entender
La banalidad de la vida me hace reír
Y las falacias también.
Hoy el tejido de mis versos
Me ha hecho perder el tiempo.
No, no es cierto,
Me arranqué las neuronas
A aruñones limpios
Y sólo así me hice entender.
Sin Título II
Hoy sepulté todos los féretros que pude
Y la piel enmarañada entre versos de tristeza
Amarrados por el destino coloquial de las vagas inquietudes.
Y en las tardes-espejos de mi piel Vi el ocaso de cementerios póstumos,
Vagos.
Silencio, silencio, silencio. Mis manos están cansadas
De tanto fundirse con las raíces de sueños perdidos,
De sueños cortantes, de los recuerdos olvidados.
Palabras, silencios,
Frases, silencios.
Ya sepulté todos los féretros que pude
Y lloré tempestades frente .a ellos. Silencio, silencio, silencio.
La madera me pesa como culpa arrodillada,
Corno madera y piel carcomida por gusanos feretrosos.
El silencio llegó y se quedó. Llegó y se quedó.
Llegó y se quedó.
---- Termina nota de Nora Méndez ----
Krisma estaba indignada. ¿Cómo era eso de "disfrazada de amante" y "con poses de mujer de los años 30"? Desde el 27 de noviembre anterior vivíamos juntos, y Nora estaba usando una categoría que... bueno... quizá las feministas como Nora desprecien si se las aplican a ellas en ese contexto. Lo de los años treinta, como muchas cosas de Nora, era inescrutable: no le veo nada antiguo a Krisma, y se lo he buscado en serio. De todos modos le dije: "Ya ves cómo es Nora. No te enojes."
Lo de "gato jazz" iba por mí, supongo que porque escucho bastante jazz, y me dijo después que por los ojos verdes. O sea que aquí se documenta que lo de "sapo" se le ocurrió después: antes para ella era un gato. (Igual de inestable en sus comparaciones que con su blog, digámoslo.) Se suponía también que yo también era "el faro", porque nos encontró una mañana recién despertados y todavía medio mensos, en la gasolinera donde comprábamos los cigarros.
Nora le había pedido poemas a Krisma para publicarlos en el Co-Latino, y ella no quería, pero al final se los mandó. Tenía varios textos pequeños (unos 12-14, la mayoría aún inéditos) y ya había una muy buena primera versión de La era del llanto, que venía trabajando desde noviembre anterior. Le recomendé que todavía no sacara La era, y ella le mandó tres o cuatro pequeños y no muy fuertes, con la esperanza de que los rechazara. El que escogió Nora fue su ars poetica, que hasta donde veo ha cumplido, escrito por allí de septiembre de 2002.
Nora llegó a casa la mañana en que apareció el Co-Latino y le dijo a Krisma que esa noche habría un recital en El Atrio, con ella y Silvia Elena Regalado, y que si se sumaba. Krisma dijo que sí, y todos muy amigos.
Esa noche Krisma leyó, además de los poemas pequeños, La era del llanto, y provocó revuelo entre las casi doscientas personas que estaban presentes. Silvia Elena irradiaba contento, como siempre, y le gustó. Nora, recuerdo, buscó los poemas más largos de su libro recién publicado, Atravesarte a pie toda la vida, y leyó tres o cuatro al hilo, para ocupar la misma cantidad de tiempo que Krisma. (La era del llanto se lleva entre cinco y seis minutos cada parte.) Hubo otros etcéteras, pero el recital terminó y Nora estaba sorprendida de que Krisma hubiera hecho algo así, en especial porque ese mismo día había publicado que el asunto aún iba para largo. Y sí lo hizo. Me consta y les consta a los que la vieron clavada en la compu durante diez o doce horas diarias, durante cuatro o cinco meses, incluida la vez que Manuel Carcache y Nora comenzaron a verse bonito y a los pocos días ya eran pareja.
La historia comenzó unos meses antes, a finales de octubre o principios de noviembre de 2002. Había un recital en honor de Claudia Lars en algún lugar de San Benito o Santa Tecla o qué sé yo, en el que estarían Nora, Susana Reyes y Teresa Andrade, quien se acababa de ganar el premio de Alkimia, a sus 17 años. Nora me pidió que llevara unas grabaciones de Claudia Lars para que fueran parte del recital, y las llevé junto con el aparato de sonido, en su carro.
El recital fue un fracaso completo. El organizador, Otoniel Guevara, no se apareció; los del restaurante donde se haría no sabían nada, y había que terminar temprano porque harían una cena especial o querían cerrar o algo. Pero se leyó poesía entre los cuates, se oyó a Lars y se conversó bien.
A Susana Reyes no la conocía, y allí hablamos por primera vez. La invité a casa y al día siguiente llevó una bonita grabación de Mercedes Durand, entrevistada por ella, que está en el banco de voces del proyecto Sólo la voz. Vi y oí a Tere y le dije a Roberto Laínez, que andaba por allí: "A esa chava la quiero en el taller. Es buena. ¿La conoces?" Habló con ella, hablé con ella, y quedamos en que al miércoles siguiente llegaría a casa, a las cinco de la tarde. (O sea que el taller empezó fuera de horas laborales, y con gente a la que yo escogí. Después se volvió libre, pero las cinco primeras las escogí yo. Escogí a más, pero sólo a cinco les interesó seguir. Ésa es otra historia.)
De los poemas de Tere que aparecen arriba, el primero fue escrito antes de que entrara en el taller, y el otro fue el primero que escribió dentro del taller. El adjetivo "feretroso" siempre me pareció feo, pero Tere dijo que allí se quedaba y allí se quedó.
Al regreso, esa noche, del recital, nos quedamos en casa platicando con una botella de ron o dos que Nora fue a traer a su casa. Estábamos Krisma, mi hijo Eduardo, creo que Roberto Laínez y alguien más. De pronto, como ocurría dos o tres veces a la semana, apareció Manuel Carcache, sin saber que teníamos reunión. No me dijo "Qué pasó, don sapo", ni me amenazó con cosas más menos intangibles, como lo hace ahora, sino "Qué pasó, maestro", en el entendido de que el "maestro" no era porque le hubiera dado clase sino un modo de decir "amigo" a la mexicana, y hasta me dio la mano. Y pues allí empezó el rollo entre ellos, y Manuel me contó en los meses siguientes cómo le iba en su relación con Nora, con detalles y todo, hasta el día en que ella dijo que iba a "desmarcarse" de La Casa y se pusieron rarísimos. (No, no me interesa contar sus intimidades.)
Una semana después hubo un recital bien importante para La Casa en Los Tacos de Paco; era nuestra presentación en sociedad. En primer lugar leería Krisma, y después Tere Andrade (las otras compañeras escriben prosa o teatro); Paco y Héctor Ismael Sermeño dudaban un poco, con razón, pero se la jugaron. Como soy adicto a hacer grabaciones, por allí tengo la de esa noche. Silencio total mientras Krisma leía La era del llanto y ojos de incredulidad de la poetada reunida. Cuando Tere apareció con su material (posterior al publicado por Nora), lo mismo. De Krisma, hasta una semana antes, nadie sabía; de Tere se conocía lo que había publicado en Alkimia cuando el premio y los que se leen arriba.
Esa noche varios compañeros poetas, con los que había estado en talleres más específicos el año anterior, me dijeron que querían trabajar con nosotros. Por lo menos cuatro lo hicieron, aunque oficialmente ninguno "pertenece" a La Casa y ha hecho su carrera sin mencionarnos. (Me parece justo.)
Hubo una quinta persona: Nora Méndez. Lástima que no siguió, o hubiera llegado a hacer cosas muy buenas.
En fin, Nora fue la primera persona que le publicó un texto a Krisma. Le falló algo: tardó menos de diez años en que se supiera de ella (lo supo esa noche y lo ratificó una semana más tarde). Un año y medio después estaban publicando un libro en la misma editorial (la DPI), en la colección Nueva Palabra. Krisma tenía 24 años y Nora 35 o 36. Al poco tiempo Nora dejó de llegar a La Casa. Luego publicaron juntas también (con malestar de Nora, expresado en su artículo "Oro por lentejuelas") en la antología Trilces trópicos, en Barcelona. Y, mientras Manuel Carcache, su esposo, le publicaba tres libros en la Universidad de El Salvador (como ella misma dice aquí; no estoy inventando ni difamando), Krisma se ganó un premio en la editorial de la antología antes citada, por su libro Viaje al imperio de las ventanas cerradas. Me parece que por allí puede haber motivos para pasar del amor al odio. No lo sé, porque no estoy dentro de la cabeza de nadie, excepto --a veces-- la mía, pero las pistas son bastantes. Y seguiré poniendo más, para tratar de entender.
Lo que es la vida...
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Nota para Manuel Carcache: Cuando escribas en tu nombre, no para defender a Miguel Huezo (como dice Nora que lo haces) o René Rodas (como lo dices tú en un post que espero no hayas borrado aún), te contestaré. No me gusta hablar con gente que no sabe hablar por sí misma.
Un troll que sabe de música sigue siendo un troll, como alguien que escribe cosas como la de este link sigue siendo un pobre imbécil.
Lo reproduzco y después lo comento. (En el facsímil, Nora es la que se está tapando la cara. También aparecen Claudia Hérodier, Silvia Mathus, Silvia Elena Regalado y Eva Ortiz.)
---- Empieza nota de Nora Méndez ----
A la primera la conocí una noche en la casa del gato jazz, disfrazada de amante y con poses de mujer de los años 30, totalmente callada, con la timidez metida hasta el hueso. Luego de dos meses la vi en un automarket caminando aún dormida, de la mano de un faro que la salvaba del tráfico del mediodía.
Se llama Krisma y si quieren saber más de ella, tendrán que esperar algunos años, quizás menos de diez o quién sabe, no conozco su ábaco ni su noción geométrica, basta pues para este suplemento una muestra de que cuenta con la poesía.
Tres ideas para escribir poesía
Krisma Mancía
1. Desnúdate
Así las palabras saldrán húmedas
De los tejidos quebradizos
De aquello que llaman alma.
2. Vístete de luz.
La voz tendrá vida
Y los espejos imágenes propias.
3. Dale un beso a la muerte.
Extiende sus viejas piernas sobre el escritorio
Y ámala.
Teresa Andrade es clara y profunda, con una voz que te recorre irremediablemente. Aunque vive en un laberinto, viene hacia nosotros con dirección inequívoca. Públicamente me declaro su seguidora, la bautizo de mi bando, la acomodo en la bandada de mis pájaras poetas, de esas infames que no trinamos, que rompemos el aire a "puñetazo limpio" sin declararnos jamás culpables. Esa es Teresa, su suerte está echada en medio de ustedes, ella y nosotros, se que nos encontraremos muchas veces más y su poesía crecerá como melena astronauta sobre la luna agria de estas latitudes.
Sin Título 1
Teresa Andrade
A fuerza de puñetazos me hice entender
La banalidad de la vida me hace reír
Y las falacias también.
Hoy el tejido de mis versos
Me ha hecho perder el tiempo.
No, no es cierto,
Me arranqué las neuronas
A aruñones limpios
Y sólo así me hice entender.
Sin Título II
Hoy sepulté todos los féretros que pude
Y la piel enmarañada entre versos de tristeza
Amarrados por el destino coloquial de las vagas inquietudes.
Y en las tardes-espejos de mi piel Vi el ocaso de cementerios póstumos,
Vagos.
Silencio, silencio, silencio. Mis manos están cansadas
De tanto fundirse con las raíces de sueños perdidos,
De sueños cortantes, de los recuerdos olvidados.
Palabras, silencios,
Frases, silencios.
Ya sepulté todos los féretros que pude
Y lloré tempestades frente .a ellos. Silencio, silencio, silencio.
La madera me pesa como culpa arrodillada,
Corno madera y piel carcomida por gusanos feretrosos.
El silencio llegó y se quedó. Llegó y se quedó.
Llegó y se quedó.
---- Termina nota de Nora Méndez ----
Krisma estaba indignada. ¿Cómo era eso de "disfrazada de amante" y "con poses de mujer de los años 30"? Desde el 27 de noviembre anterior vivíamos juntos, y Nora estaba usando una categoría que... bueno... quizá las feministas como Nora desprecien si se las aplican a ellas en ese contexto. Lo de los años treinta, como muchas cosas de Nora, era inescrutable: no le veo nada antiguo a Krisma, y se lo he buscado en serio. De todos modos le dije: "Ya ves cómo es Nora. No te enojes."
Lo de "gato jazz" iba por mí, supongo que porque escucho bastante jazz, y me dijo después que por los ojos verdes. O sea que aquí se documenta que lo de "sapo" se le ocurrió después: antes para ella era un gato. (Igual de inestable en sus comparaciones que con su blog, digámoslo.) Se suponía también que yo también era "el faro", porque nos encontró una mañana recién despertados y todavía medio mensos, en la gasolinera donde comprábamos los cigarros.
Nora le había pedido poemas a Krisma para publicarlos en el Co-Latino, y ella no quería, pero al final se los mandó. Tenía varios textos pequeños (unos 12-14, la mayoría aún inéditos) y ya había una muy buena primera versión de La era del llanto, que venía trabajando desde noviembre anterior. Le recomendé que todavía no sacara La era, y ella le mandó tres o cuatro pequeños y no muy fuertes, con la esperanza de que los rechazara. El que escogió Nora fue su ars poetica, que hasta donde veo ha cumplido, escrito por allí de septiembre de 2002.
Nora llegó a casa la mañana en que apareció el Co-Latino y le dijo a Krisma que esa noche habría un recital en El Atrio, con ella y Silvia Elena Regalado, y que si se sumaba. Krisma dijo que sí, y todos muy amigos.
Esa noche Krisma leyó, además de los poemas pequeños, La era del llanto, y provocó revuelo entre las casi doscientas personas que estaban presentes. Silvia Elena irradiaba contento, como siempre, y le gustó. Nora, recuerdo, buscó los poemas más largos de su libro recién publicado, Atravesarte a pie toda la vida, y leyó tres o cuatro al hilo, para ocupar la misma cantidad de tiempo que Krisma. (La era del llanto se lleva entre cinco y seis minutos cada parte.) Hubo otros etcéteras, pero el recital terminó y Nora estaba sorprendida de que Krisma hubiera hecho algo así, en especial porque ese mismo día había publicado que el asunto aún iba para largo. Y sí lo hizo. Me consta y les consta a los que la vieron clavada en la compu durante diez o doce horas diarias, durante cuatro o cinco meses, incluida la vez que Manuel Carcache y Nora comenzaron a verse bonito y a los pocos días ya eran pareja.
La historia comenzó unos meses antes, a finales de octubre o principios de noviembre de 2002. Había un recital en honor de Claudia Lars en algún lugar de San Benito o Santa Tecla o qué sé yo, en el que estarían Nora, Susana Reyes y Teresa Andrade, quien se acababa de ganar el premio de Alkimia, a sus 17 años. Nora me pidió que llevara unas grabaciones de Claudia Lars para que fueran parte del recital, y las llevé junto con el aparato de sonido, en su carro.
El recital fue un fracaso completo. El organizador, Otoniel Guevara, no se apareció; los del restaurante donde se haría no sabían nada, y había que terminar temprano porque harían una cena especial o querían cerrar o algo. Pero se leyó poesía entre los cuates, se oyó a Lars y se conversó bien.
A Susana Reyes no la conocía, y allí hablamos por primera vez. La invité a casa y al día siguiente llevó una bonita grabación de Mercedes Durand, entrevistada por ella, que está en el banco de voces del proyecto Sólo la voz. Vi y oí a Tere y le dije a Roberto Laínez, que andaba por allí: "A esa chava la quiero en el taller. Es buena. ¿La conoces?" Habló con ella, hablé con ella, y quedamos en que al miércoles siguiente llegaría a casa, a las cinco de la tarde. (O sea que el taller empezó fuera de horas laborales, y con gente a la que yo escogí. Después se volvió libre, pero las cinco primeras las escogí yo. Escogí a más, pero sólo a cinco les interesó seguir. Ésa es otra historia.)
De los poemas de Tere que aparecen arriba, el primero fue escrito antes de que entrara en el taller, y el otro fue el primero que escribió dentro del taller. El adjetivo "feretroso" siempre me pareció feo, pero Tere dijo que allí se quedaba y allí se quedó.
Al regreso, esa noche, del recital, nos quedamos en casa platicando con una botella de ron o dos que Nora fue a traer a su casa. Estábamos Krisma, mi hijo Eduardo, creo que Roberto Laínez y alguien más. De pronto, como ocurría dos o tres veces a la semana, apareció Manuel Carcache, sin saber que teníamos reunión. No me dijo "Qué pasó, don sapo", ni me amenazó con cosas más menos intangibles, como lo hace ahora, sino "Qué pasó, maestro", en el entendido de que el "maestro" no era porque le hubiera dado clase sino un modo de decir "amigo" a la mexicana, y hasta me dio la mano. Y pues allí empezó el rollo entre ellos, y Manuel me contó en los meses siguientes cómo le iba en su relación con Nora, con detalles y todo, hasta el día en que ella dijo que iba a "desmarcarse" de La Casa y se pusieron rarísimos. (No, no me interesa contar sus intimidades.)
Una semana después hubo un recital bien importante para La Casa en Los Tacos de Paco; era nuestra presentación en sociedad. En primer lugar leería Krisma, y después Tere Andrade (las otras compañeras escriben prosa o teatro); Paco y Héctor Ismael Sermeño dudaban un poco, con razón, pero se la jugaron. Como soy adicto a hacer grabaciones, por allí tengo la de esa noche. Silencio total mientras Krisma leía La era del llanto y ojos de incredulidad de la poetada reunida. Cuando Tere apareció con su material (posterior al publicado por Nora), lo mismo. De Krisma, hasta una semana antes, nadie sabía; de Tere se conocía lo que había publicado en Alkimia cuando el premio y los que se leen arriba.
Esa noche varios compañeros poetas, con los que había estado en talleres más específicos el año anterior, me dijeron que querían trabajar con nosotros. Por lo menos cuatro lo hicieron, aunque oficialmente ninguno "pertenece" a La Casa y ha hecho su carrera sin mencionarnos. (Me parece justo.)
Hubo una quinta persona: Nora Méndez. Lástima que no siguió, o hubiera llegado a hacer cosas muy buenas.
En fin, Nora fue la primera persona que le publicó un texto a Krisma. Le falló algo: tardó menos de diez años en que se supiera de ella (lo supo esa noche y lo ratificó una semana más tarde). Un año y medio después estaban publicando un libro en la misma editorial (la DPI), en la colección Nueva Palabra. Krisma tenía 24 años y Nora 35 o 36. Al poco tiempo Nora dejó de llegar a La Casa. Luego publicaron juntas también (con malestar de Nora, expresado en su artículo "Oro por lentejuelas") en la antología Trilces trópicos, en Barcelona. Y, mientras Manuel Carcache, su esposo, le publicaba tres libros en la Universidad de El Salvador (como ella misma dice aquí; no estoy inventando ni difamando), Krisma se ganó un premio en la editorial de la antología antes citada, por su libro Viaje al imperio de las ventanas cerradas. Me parece que por allí puede haber motivos para pasar del amor al odio. No lo sé, porque no estoy dentro de la cabeza de nadie, excepto --a veces-- la mía, pero las pistas son bastantes. Y seguiré poniendo más, para tratar de entender.
Lo que es la vida...
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Nota para Manuel Carcache: Cuando escribas en tu nombre, no para defender a Miguel Huezo (como dice Nora que lo haces) o René Rodas (como lo dices tú en un post que espero no hayas borrado aún), te contestaré. No me gusta hablar con gente que no sabe hablar por sí misma.
Un troll que sabe de música sigue siendo un troll, como alguien que escribe cosas como la de este link sigue siendo un pobre imbécil.
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