16 feb 2007

Más pruebas y más cantos

Krisma encontró unas fotos bastante bonitas que me parece interesante compartir. Tengo algunas más, tomadas en otras ocasiones; baste con éstas por hoy. (Ya mañana será otro día.)
No voy a contestar aún el post de Nora que está aquí. Vengo cansado después de dos talleres, ambos bien productivos, y no quiero que se me quite el buen humor. Entre otras cosas, una compañera llevó un libro de cuentos casi terminado. Me sorprendió el avance que tuvo en los últimos siete meses, y me llenó de gusto y orgullo. (Seguirmos trabajando el próximo viernes. Ya hablaré de ello en el lugar adecuado; este blog es para otra cosa.) Vamos, pues.


Al principio, cuando recién se abrió La Casa del Escritor, organizábamos reuniones periódicas de escritores, con o sin tema definido, o cuando algún escritor que vivía fuera visitaba el país. Aún estaba solo en La Casa, así que había gente que me ayudaba, como Nora Méndez. En algún momento incluso me planteó la posibilidad de ser mi asistente, y la consideré dentro de una terna bastante interesante. Consideré a Nora porque conocía el trabajo de La Casa desde dentro, estaba trabajando su poemario y tenía algunas ideas. Tardaron un poco en asignarme a alguien más, y ella ya no estaba disponible; de las dos posibles, quien quedó fue la que me pareció más adecuada, Johnanna Marroquín, responsable del taller de danza, con diez años de experiencia en el Ballet Folklórico Nacional. En la foto, de izquierda a derecha, Pablo Benítez, su novia, Nora Méndez y Silvia Mathus.
Ah: las reuniones se fueron haciendo más espaciadas porque el taller creció, de crearon otros, las funciones de La Casa se hicieron más complejas y se llevaba una cantidad de tiempo y trabajo que no tenía. Hubo compañeros que ayudaron voluntariamente, como todo lo que se ha hecho allí, pero tenían sus propios asuntos y al final ha quedado en reuniones casuales o en fechas ya establecidas. Lástima.)


En algún momento, Nora Méndez me pidió que le diera chance de llegar a La Casa a ensayar canciones con una amiga suya. Le dice que por supuesto. (Allí se hace de todo: ensayos de teatro de grupos escolares, reuniones de organizaciones comunales, talleres, reuniones, etcétera). Y no sólo lo hicieron, sino que usaron mi guitarra, una auténtica española hecha en Taiwán. Y desde luego que convivía con los "muchanchitos" que ahora le caen tan mal; aquí aparece, sentada en el piso, Yuleana Juárez, quien escribe teatro.
Como se verá aún no había muebles. Esas sillas de plástico (que sobreviven) las compré yo, como otras cosas que hay ahora. El taller era pequeño aún (unas seis o siete personas), contra las dieciocho o veinte que están hoy en activo (en literatura, y sin contar los de video y danza) y las doce que ya terminaron su unidad y están por publicarla.


En ésta estoy acompañando con mi guitarra (sí, la de Taiwán, electroacústica y todo; me costó 124 dólares) tocando la nota de sol mayor. Nótese el asco, el desprecio y el miedo de Nora Méndez. En esa ocasión le dije que tenía un bonito timbre de voz, pero que le faltaba apoyar con el diafragma, y estuvimos haciendo ejercicios de emisión. (Sí, estudié un par de cursos de canto en México. De eso me gané la vida durante años.) Hace unos meses encontré por casualidad una canción cantada por ella en la página de Rafael Francisco Góchez; si el lector busca con un poco de paciencia, la hallará y verá por qué le hace falta trabajar la emisión de voz. (No, no se dice que la cante Nora Méndez; hay que abrir el mp3 y allí está la información. No recuerdo el título, pero por allí anda.)
Ah: las fotos las tomó mi esposa, Krisma Mancía, de quien tan mal se expresa ahora.
Mañana vamos a hablar de cómo Nora publicó en el Co-Latino que Krisma y Teresa Andrade, ambas de La Casa del Escritor, serían las poetas para los próximos diez años.



Y allí está Nora Méndez cantando con mi guitarra taiwanesa de 124 dólares. Nótese la angustia de estar bajo mi severa mirada de... uh... sapo, dice ella. Me parece que no soy tan feo...

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Nota para el compañero (él sabe quién es): Recibí su comentario y me llenó de profunda tristeza. Creo en lo que me dice, y espero que comprenda que no pueda publicarlo; usted mismo da los motivos. Agradezco en todo caso su confianza. Serrat tiene dos frases que vienen al caso: "Uno sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto" y "Nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio." Y uno es gente, nada más que gente. De eso se trata la vida y la literatura.
Cada quién cargará su piedra y cada quién sabrá cuándo podrá deshacerse de ella. Un abrazo solidario.

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